Sabemos que el año civil está regido por el Sol, por tanto lo podemos definir diciendo que es el tiempo comprendido entre dos pasos consecutivos del Sol por el equinoccio de primavera, lo que en Astronomía llamamos Año Trópico. Este año equivale actualmente a 365,24219879 días, es decir, 365 días medios, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos y 98 centésimas de segundo, aunque sabemos, mediante modernas observaciones astronómicas y por observaciones desde satélites artificiales, que la velocidad de rotación de la Tierra no es constante, sino que varía, tanto a corto plazo como a lo largo de los siglos. Concretamente hace 85 millones de años, en el Cretáceo superior, la Tierra se movía un poco más rápido y el año tenía 370,3 días. En el Cámbrico llegó a tener 425. Actualmente la velocidad de rotación tiende a disminuir y por tanto el año medido en días será más corto.
Como se ve, actualmente, sobran casi 6 horas a los 365 días, es decir, casi una cuarta parte de día. Si hacemos que el año dure 365 días justos, cada cuatro ha de sobrar aproximadamente un día. Esta es la corrección que introdujo Julio Cesar en el año 46 aC, pero la corrección Juliana no es suficientemente exacta, puesto que con ella se añaden 44 minutos y 56 segundos de más cada cuatro años, casi ocho días por milenio (concretamente 7,80).
Esta diferencia, aunque pequeña con los siglos se fue acumulando, haciendo que no coincidiesen las estaciones del calendario con las naturales. Ya en el 325 dC el calendario llevaba unos tres días de retraso respecto a las estaciones, de manera que en lugar de caer en el 25 de marzo, el equinoccio de primavera se producía en el 21 de ese mes. Ese mismo año se celebró en Nicea el concilio que lleva el nombre de esta ciudad. De entre las intenciones del concilio estaba la de fijar la fecha de la Pascua, que según las reglas establecidas había de ser celebrada en el primer domingo posterior al plenilunio de primavera, pero a pesar de detectar algún error en el Calendario Juliano no se estableció ninguna reforma ya que, a falta de observaciones precisas, se supuso que los cálculos de Sosígenes podrían haber sido incorrectos al determinar la fecha del equinoccio y por tanto, en lugar de variar la duración del año lo que se hizo fue modificar la fecha del equinoccio de primavera, estableciéndola desde entonces en el 21 de marzo.
Así pues el Calendario Juliano, a pesar de su pequeña incorrección que hacía que al pasar el tiempo fuese aumentando la distancia entre el equinoccio de primavera y la fecha del 21 de marzo, fue siendo utilizado durante dieciséis siglos, aunque el tema se volvió a tratar en los concilios de Constanza (1414 dC) y Trento (1545-1553 dC). Finalmente fue el 24 de febrero del año 1582 dC, cuando el Papa Gregorio XIII, aconsejado por los astrónomos Christopher Clavius y Luigi Lilio, le introdujo una reforma que consistía en ajustar los años bisiestos de manera que los años divisibles por cien pero no por cuatrocientos dejasen de tener 366 días. De esta manera se evitaba el desfase que se estaba produciendo al intercalar excesivos años bisiestos, ya que se suprimían tres días cada cuatro siglos. Así, el año 1600 fue bisiesto y lo será también el 2000 (todos dos son divisibles por cuatrocientos), pero fueron años naturales el 1700, 1800 y 1900 y lo será el 2100. Es por eso que el jueves 4 de octubre de ese año 1582 dC fue seguido por el viernes 15 de octubre, para eliminar los diez días que ya se llevaban acumulados (haciendo que el equinoccio de primavera, que se verificaba ya el 11 de marzo, volviese a caer el 21 de marzo), a pesar de los graves disturbios que aparecieron en muchos lugares por que la gente estaba convencida de que se le habían quitado diez días de vida. Nacía de esta manera el Calendario Gregoriano, vigente actualmente en el mundo occidental con muy pocas variaciones.

Portada del tratado sobre la reforma del calendario de Christopher Clavius.
De hecho, esta corrección del calendario también es incorrecta en dos aspectos:
Primero: hubiera hecho falta restar trece días al calendario vigente y no los diez en que se ajustó. De esta manera los equinoccios y solsticios seguirían cayendo en los mismos días que en la época romana y no en los días 21 de los meses respectivos, como sucede actualmente.
Segundo: la diferencia (por exceso) del Calendario Gregoriano (365,2425 días/año) respecto al año trópico (365,24219879 días) es aproximadamente de un día cada 3.320 años, para ser más exactos aún haría falta que los años múltiples de mil sólo sean bisiestos cuando no son divisibles por 4.000. Por tanto el año 2000 y el 3000 seguirían siendo bisiestos, y el 4000 habría de ser natural.
Hace falta recordar que el cambio de Calendario Juliano a Gregoriano no se produjo conjuntamente en todo el mundo. Fue inmediato en España, seguido poco después por Portugal pero, por ejemplo, en Francia se hizo el 9 de diciembre de ese mismo año (saltando al día 20), la parte católica de Suiza y de Alemania no aceptaron la reforma hasta dos años después, Polonia lo hizo el 1586 dC y Hungría el 1587 dC. En Inglaterra no fue adoptado hasta el año 1752 dC, cuando el 2 de septiembre fue seguido por el 14 de septiembre, once días de corrección. En el mismo año lo hizo también Suecia. Uno de los casos más tardíos fueron los de Grecia, Bulgaria, la antigua Yugoslavia y Rusia que esperó hasta inicios del s. XX, concretamente al 1923. El año siguiente hicieron el cambio Turquía. China esperó al 1912 y Japón hasta el 1873. Esto origina anécdotas curiosas como el hecho de que Cervantes y Shakespeare muriesen el mismo día: el 23 de abril de 1616 dC pero se lleven unos 10 días de diferencia, ya que al morir en países diferentes el calendario no era el mismo.
Apuntes de otros calendarios vigentes.
El calendario judío es una mezcla de calendario lunar y solar (años lunisolares). El año está dividido en doce meses de 29 y 30 días alternativamente. Para restablecer la coincidencia entre las estaciones del calendario y las solares, se añade un nuevo mes cada tres años, con lo que se obtienen los meses embolísticos, de manera que 37 lunaciones o meses sinódicos (1.092,63 días) son 3 años trópicos (1.095,73 días), existiendo tan sólo una pequeña diferencia de un poco más de tres días. Los años se cuentan desde el 7 de octubre del 3761 aC. (»después de la creación del mundo»). El año se inicia con la celebración del Ros Hashanah, o Año Nuevo, que empieza el primer día del mes de Tishri (entre septiembre y octubre). El día empieza a las seis de la tarde. El uno de enero del 2000 irán por el año 5760.
El calendario musulmán es un calendario lunar puro con meses de 29 ó 30 días, obtenido por modificación del calendario Judío. No se añade un mes suplementario cada tres años, lo que hace que las fechas de las estaciones varíen de año en año. Hay años comunes de 354 días y años abundantes de 355. El cómputo de los años empieza con la Hégira, con la huida de Mahoma de la Meca a Medina el 16 de julio del 622 dC. El uno de enero del 2000 irán por el año 1420.
Además de estos hay cerca de 40 calendarios en uso en todo el mundo. Algunos de ellos: Bizantino 7508, Chino 4636 (de tipo lunar), Hindú 1921 (Saka, también de tipo lunar). Las fechas corresponden a sus fechas para el uno de enero del 2000.
La fecha en la que el año cambia es diferente en cada calendario, por ejemplo, griegos y rusos esperan al 7 de enero, para los coptos el año no se iniciará hasta el uno de septiembre, fecha en la que se conmemora la muerte de San Marcos (la iglesia copta ejerce su influencia en Egipto, donde es la segunda religión del país detrás del Islam). Para calendarios de tipo lunar la fecha es diferente para cada año, ya que generalmente no tienen 365 días como el nuestro.
Como calendario histórico, ya fuera de uso, es remarcable el Calendario Maya: constaba invariablemente de 365 días subdivididos en 18 meses de 20 días cada uno, y al final se le añadían cinco días suplementarios. El año se componía de 28 series de 13 días (semanas) siendo la ultima de 14.
El Siglo XXI.
Por último, y como anexo adicional de extrema actualidad, podemos pasar a analizar por que el milenio cambia en el año 2001. Todo viene de que Dionisio el Exiguo consideró como primer año de nuestra era el año uno y no el año cero, aunque es comprensible que no usase el año cero por dos razones:
La primera debido a que el número 0 no había sido aún «descubierto» en Occidente, donde apareció siglos después, junto con el sistema de numeración actual, de la mano de la cultura islámica, que lo había tomado de la cultura hindú. Según algunos autores, las primeras referencias del concepto de cero se tienen en occidente de los matemáticos y astrónomos hindúes en el siglo VI, aunque ciertas culturas indígenas americanas (mayas y aztecas) ya lo utilizaban previamente, aunque estaban «desconectados» del mundo romano.
Y segundo, ya que naturalmente no tiene demasiado sentido dar a un año la numeración 0 (cero), la negación de la cantidad, ya que los años se miden en números ordinales, a pesar de que los llamamos como cardinales por comodidad. Los ordinales se refieren a un «orden», una secuencia, y el lugar cero no tiene sentido. Incluso, cuando la Revolución Francesa creó el nuevo Calendario Republicano en 1793 dC, no imaginó que sus días habían de empezar por el número 0, sino que recurrió al número 1 para designar su primer día y año: éste se iniciaba el 22 de septiembre del 1792 dC, día de instauración de la República, estaba dividido en doce meses de treinta días (repartidos en tres décadas) y para finalizar el año añadían cinco días que en los años bisiestos eran seis. Los meses fueron rebautizados con nombres relativos a aspectos climatológicos o agrícolas. Fue abolido por Napoleón I en 1806 dC.
La falta de este año cero es el motivo por el que la secuencia de años cerca del principio de nuestra Era es la siguiente:
..., 4 aC, 3 aC, 2 aC, 1 aC, 1 dC, 2 dC, 3 dC, 4 dC,...
Según esta cronología, Cristo nació al final del año 1 aC ya que, como hemos explicado anteriormente, el año 1 dC, es el año siguiente al nacimiento y el anterior a éste fue el 1 aC. La idea de llamar los años como «aC» fue introducida por Bede en el siglo VIII.
Por tanto no había pasado un año de nuestra era hasta el uno de enero del año 2 dC. De la misma manera, si se toma como a término modular el siglo (cien años consecutivos), al inicio del año 100, habrán transcurrido 99 años (100-1) y por tanto el siglo II no empezó hasta el inicio del año 101. Igualmente el inicio de cada siglo corresponde al primero de enero de cada cambio de centena (201... 2001). Así pues se cambió de milenio a inicios del 1001 y se volverá a producir este cambio a inicios del 2001, que será el principio del tercer milenio de nuestra era. De esta manera queda claro que sólo habrán pasado 2.000 años, 2 milenios enteros, a medianoche del 31 de diciembre del 2000.
Considerando la cuestión aritméticamente, la única manera racional de tratar el tema, resulta sencillo y es increíble de verdad que se haya tan solo de debatir. En otros casos similares no se plantea ninguna duda: a nadie se le ocurrirá decir que el mes de febrero empieza, hasta que no ha terminado del todo el 31 de enero. Igualmente cuando se trata de cobrar, por ejemplo 2.000 euro, también se exige el euro que hace dos mil todo entero. Tienes 1 año cuando has completado una órbita alrededor del sol con los pies sobre la Tierra: con once meses de vida no tienes un año, pero si que estás en el primer año de vida. Con un año y once meses aún decimos que tenemos un año (o lo dicen por nosotros), es decir, transcurrimos con un solo año a lo largo de nuestros dos primeros años de vida. Cuando te piden 3 años de experiencia tienes que estar en el cuarto en el que realizas la actividad. ¿Cuantos dedos tienes, nueve?, Me miro las manos y cuento: 0,1,2,3...9, con lo que el décimo será el de los pies. Es evidente que el cambio de decena se produce con el onceavo, igual que una docena va del 1 al 12 (el huevo número 13 ya es de la docena siguiente), una centena lo hace del 1 al 100 y un siglo igual, y un milenio va desde el año 1 hasta el 1000.
Una decena va del uno al diez. Una centena se compone de cien unidades, el número 100 incluido.
Los mayas contaban los días del mes del 0 al 19 (y no del 1 al 20). Igualmente, el primer minuto de cada hora es el cero (por ejemplo 12:00), cuando han pasado los 60 segundos el reloj marca un minuto, que es el tiempo transcurrido (por ejemplo 12:01) y no el tiempo que está transcurriendo que sería el segundo minuto. Se podría hacer igual para medir las fechas, indicando un número de año anterior, un número de mes anterior, y incluso un día antes. Una vez acostumbrados sería igual de práctico que el sistema actual y de esta manera nunca tendríamos ningún problema para ponernos de acuerdo en que momento cambian los siglos y los milenios.
Es preciso no olvidar que cuando se mide en unidades, ya sea de longitud, de superficie o de capacidad (y podemos considerar que el tiempo se mide en unidades de longitud por el movimiento uniforme de un cuerpo, como es el de las agujas de un reloj sobre una esfera, o incluso de capacidad en relojes de arena o agua), los números enteros expresan una cantidad de unidades desde el principio de la primera hasta el final de la última unidad, de manera que 100 años, es decir un siglo, representan el espacio de tiempo transcurrido desde el principio del año 1 hasta el final del año 100. Es preciso no confundir también los números cardinales con los ordinales. Cuando decimos 8 metros queremos indicar la terminación del metro que hace ocho, en cambio cuando decimos el metro 8º nos referimos a todos los puntos comprendidos en el metro que hace ocho. Así resulta que si restamos 3 unidades de 8 nos resultan 5, pero si tratamos de encontrar el número de unidades comprendidas entre los metros 3º y 8º encontramos 4 y es que en este caso se sobreentiende el principio del metro 8º y no el final, como cuando decimos 8 a secas. Por la misma razón en el año 2000 nos encontraremos ya en el año 100º del siglo XX pero no habrán transcurrido los 100 años o el siglo entero hasta la finalización completa del año 2000.
Es de esperar que desde ahora quede aclarado porque el siglo XXI empieza a inicios del año 2001. En todo caso, después de toda esta exposición de detalles lo que no es demasiado aceptable es el razonamiento pseudo-científico, enraizado en algunos ámbitos, basado en que si el año tiene 365 días, existiendo un día de más cada año bisiesto, resulten, para la totalidad de un siglo, unos 25 días sobrantes, que multiplicados por 20 siglos, dan un exceso de tiempo en toda nuestra Era equivalente a 484 días: 1 año y 4 meses, de manera que llegaríamos mucho antes al siglo XXI. Al contrario, como hemos visto, estos años bisiestos sirven precisamente para corregir el calendario y mantenerlo en concordancia con la sucesión de las estaciones, es decir, con el Sol. De otra manera, acabaría coincidiendo la primavera del calendario con la caída de las hojas.
Es, hasta a cierto punto, comprensible que existan ciertas dudas, pero si que nos interesa dejar claro que el cambio de milenio se produce en el año 2001, ya que es evidente que el cambio de las dos primeras cifras seculares de los números 1999 a 2000 parece turbar a gran número de personas. Es cierto que no es lo mismo este paso de las 999 milésimas como el cambio de 17 a 18, de 18 a 19, pero, para el que lo ha querido entender, no existe tampoco otra diferencia que la de 9 a 10 y del número 99 al 100, es decir, el complemento de la decena y la centena en el sistema métrico decimal.
A pesar de las explicaciones que hemos ido desgranando hasta ahora, parece muy probable que la mayor parte de la gente, aún conociendo que el siglo y el milenio empiezan en el 2001, celebrará con más entusiasmo el inicio del año 2000 que no el 2001, redondear el número y hacer correr tres cifras llama más la atención (de la misma manera que nos llama la atención un fenómeno similar en el cuentakilómetros de nuestro coche). Personalmente creo que también será así, una parte de irracionalidad la tenemos todos, pero lo que es bien cierto, es que en este caso tampoco podemos huir de la racionalidad aritmética, creando verdades a nuestra medida. Por tanto existe otra posibilidad para celebrar el cambio de siglo y milenio que es hacer dos celebraciones, así contentaremos a todo el mundo y ¡Siempre son mejor dos que una!
Lo que es bien cierto, es que, por ejemplo, en el día de nuestro aniversario, nuestros familiares y amigos nos felicitan a partir de las 00:00 horas del día de nuestro nacimiento y durante todo el día, a pesar de que a las 00:00 aún no cumplimos los años. Faltan unas horas, y incluso no sabemos cuantas exactamente debido a los cambios de hora de verano, las precesiones de los equinoccios, el meridiano local del hospital donde nacimos, el efecto de los años bisiestos,... Lo que es correcto es celebrarlo en el momento exacto pero para celebrarlo no hacemos lo que es correcto, hacemos sencillamente lo que todos acordamos hacer y nada más. Por tanto, a pesar de que el siglo XXI empieza el 1º de enero del 2001, eso no tiene nada a ver en brindar y celebrar el siglo XXI en otra fecha, de la misma manera que celebramos los aniversarios a partir de las 00:00 horas del día de nuestro nacimiento, o a veces lo hacemos días después, en fin de semana. Ser dueños del saber no significa que tengamos el derecho de discutir con el 99,9% de la población cuando celebrar ciertos aniversarios, aún teniendo la obligación de informar de la corrección de éstos.
También se ha de admitir que resulta una paradoja, en una época en la que todo el mundo acaba adoptando el sistema métrico decimal, que en la medida del tiempo aún se mezclen ideas babilónicas, mitologías romanas, decisiones papales y otras invenciones peculiares. En el cómputo del tiempo coexisten sistemas de base 7, de base 12, o de base variable. Si no fuese por los insalvables trastornos que provocaría, además de perder un gran legado cultural y histórico aplicado a la manera de contar el tiempo, valdría la pena de establecer, a nivel mundial, un único sistema totalmente racional de cómputo temporal, unificando a base diez las unidades de medida: pero esto implica tirar todos los relojes actuales, rediseñar la semana, convirtiéndola en decimana, modificar todas las unidades de medida referidas al tiempo (como km/h), etc...
Como a conclusión final, sólo podemos afirmar que acaba siendo irrelevante saber cuando llegamos al siglo XXI, ya que no es un instante concreto dadas las múltiples posibilidades que tenemos, dependiendo de donde estemos y de las convenciones establecidas que queramos considerar (siendo imposible considerarlas todas o ninguna porque son contrapuestas) y además porque el siglo XXI no es un convenio universal, sólo sirve para un solo calendario en medio de los muchos que tenemos los humanos para medir esto que llamamos tiempo y que aún poco sabemos si existe o no. En realidad la enumeración de los años, meses, semanas, días, minutos y segundos que seguimos son totalmente anecdóticos respecto a la naturaleza del tiempo, simplemente nos sirven para definir un sistema de coordenadas temporales y poco más.